jueves, 1 de febrero de 2007

De paseo con Adriana

De no ser por su maldito humor, sería perfectamente posible establecer una amistad con Solis. Por el momento, nos hemos contentado con un pacto de no agresión, con algunas risas incluidas, que ha redituado, hasta el momento, nada despreciables ingresos por el emprendimiento para-literario al que nos vemos enfrentados. Él, escribiendo artículos, crónicas y notas por encargo y yo, tomando los sobrantes de dichas tareas ( horóscopos, viñetas, críticas minúsculas a películas). Divertido y fácil mientras no se arrime el pelmazo de Bernales que llena de palabras todo lo que le falta de clase, que es mucho, almost everything.

Tan productivo ha sido todo esto que, ganándome la confianza de Adriana, maternal pero dura, fui condecorado con una invitación a pasar las vacaciones junto a ellos, oferta que no incluía mis gastos, por cierto. Dado que contaba con algunos pesos producto de mis ímpetus en la escritura ( El mes de Enero sería de pura gloria para los Acuario según mi horóscopo, demasiada, según el editor de la revista); y que por lo demás deseo estar lo más lejos posible de este puerto de ciegos y degustadores de unos dudosos “mariscales”, acepté la invitación sin condiciones y me largué junto a ellos por quince tranquilos días hacia otro lugar con mar, pero más decoroso.

Debo admitir que hacía mucho tiempo que no contaba con un período de vacaciones. Según mi opinión, no lo necesito ni lo merezco: a veces mis actividades son tan escasas que dificulto la presencia de agotamiento en mi organismo. Sin embargo, la sola incitación a abandonar este lugar me produce un vértigo difícil de explicar. Por eso no lo explico.

Nos instalamos en un caserón frente a la costa con una hermosa vista, arrendado por el mismísimo Solis, quien se ha granjeado nuevamente cierta confianza con Adriana, luego de pagar las cuotas quince y dieciséis del auto. Sospecho que ella ya no le niega favores. Digo, es una sospecha, pues por una parte me jacto de mi discreción, y por otra porque mi emplazamiento en dicho caserón se encontraba en un pequeño departamento adosado al caserón, bastante confortable y tremendamente independiente. Doble discreción.

Pasamos quince días de descanso, propios de los relajos de seres de más de cuarenta años sin hijos, es decir, mucho dormir, mucho leer y algo de beber y jugar a las cartas. Caminatas, hice pocas: me bastaba con mirar el mar desde el balcón mientras calentaba con mis manos un gélido pisco sour. Solís terminaba de leer el último tomo de las memorias de Bryce, facilitado por su amigo Gárate mascullando al final que ya no valía la pena leer más del peruano: “ está envejeciendo con poco decoro Oliveira, talvez se está permitiendo lujos que antes hubieran sido imperdonables”. Yo por mi parte, encontré en una exigua biblioteca del caserón un texto digno del robo: las obras casi completas de Carlos León, imperdibles según los entendidos. Disfrute a medias, esperaba más, aunque hay que conceder que dichas obras fueron escritas hace medio siglo y no contienen el vértigo de estos tiempos. Habrá que ver como se lee a Bolaño en el 2050. Adriana optó por la levedad de las lecturas veraniegas y se enfrascó en un texto de Isabel Allende y en otro de Coelho. Eso explica porqué ella tiene trabajo estable y nosotros no.

Sólo un tema nos mantuvo ( a Solis y a mi) preocupados: la falta de entregas en nuestro blog. Sin embargo cuando lo revisamos en un cibercafé y vimos que nadie notó nuestra ausencia, nos tranquilizamos. Por la noche nos emborrachamos con ron, furiosamente. Llegamos a la conclusión que le importamos a poca gente, sino a ninguna gente, pero esa idea, seguro, fue fruto del alcohol. Al día siguiente volvimos a nuestros puestos en el balcón, Solis con un libro acerca del cambio cultural en Chile y yo, con una novela juvenil de Gaarder que abandoné en la página 41.

Pasamos, como decía, quince días de absoluto descanso y, sin asomo alguno de arrepentimiento hemos vuelto cada uno a lo suyo. Hoy, tostadito, sonriente y con algo más de ánimo he vuelto a mis asuntos, cada día más convencido que, cuanto antes, debo reconvertirme en habitante de este puerto de ciegos, antes que muera de inanición.

Hoy, por ejemplo, he degustado un rico mariscal en un infecto puesto de pescados y, hasta ahora no he muerto de diarrea.

Por algo se empieza.

5 comentarios:

Eulalia dijo...

¡Eh, eh!
Yo sí les he echado de menos.
Pero he comenzado a trabajar, y no ando sobrada de tiempo...
Un beso, bienvenidos.

Albornoz & Bórquez dijo...

Entrañable ( para los dos): Si en algo estamos de acuerdo Solis y yo, es en el incondicional cariño que sentimos por tí. Nos perdimos de comentar algunas de tus entregas, pero ya ves,calentábamos nuestros huesos al sol de una playa.
Pero hemos vuelto y juramos estar pendientes de tu vida.
Te mandamos algo de sol desde acá.
Oliveira y Solis

El Aviador Capotado dijo...

¡¡GENIAL!! Sobre todo lo de Allende, Cohello y el trabajo estable.

Todo un goce pasar por aquí

Saludos

Albornoz & Bórquez dijo...

AVIADOR:
Se agradece su sobrevuelo y el comentario acerca de aquellos dos ilustres escritores que escriben.No tengo nada contra ellos. Es más, allá ellos.
atte
Oliveira
AVIADOR
Algo alcancé a notar en su última entrega que se me antoja inevitable y triste. Ilústreme, pues veo poco, y mal.
Solís

By Albornoz & Bórquez

Anónimo dijo...

Su exacerbada cantidad de comas... me a-bu-rren.
Por lo demás, supongo que son buenos los ejercicios para-literarios que administran... eso de contar anécdotas personales con tanta verborrea en un lenguaje universitario de carrera ""artística"".