miércoles, 21 de febrero de 2007

Cerrar los ojos


Quiso pasar desapercibido del cantor que desafinaba una de los Iracundos y juntó los párpados, simulando estar dormido , pero el sueño le venció.
Soñó que era una máquina amarilla gigantesca y hambrienta. Engullía vendedores, mendigos, gente común, señoras con guagua, escolares.
No se despertó cuando la puerta se abrió y por ella pasó un tipo tragado por las ruedas traseras. Después de todo, el cantor ya se había bajado y era más agradable soñar que se iba quedando todo a oscuras, muy lentamente, y le pareció que ahora era una micro grande y amarilla que mete primera.
By Oliveira pre-Transantiago

4 comentarios:

Eulalia dijo...

Leeros es como tomar un pisco sour helado en mitad de una tarde bochornosa.
(Madrid, invierno, gripe, lluvia, rutinas, paracetamol y té caliente)
Os amo.

Albornoz & Bórquez dijo...

Amadísima Eulalia (como yo no cuento con Adrianas de ninguna especie, puedo decirlo con libertad): La mezcla de té, paracetamol y alguno que otro anihistamínico se va a llevar mucho en la temporada e invierno que nos acecha. De lo poco bueno que hay en este puerto de ciegos y laxos, es que el frío es soportable. Se que en Madrid, a vecs, andan bajo cero. Por aquí, sobre siete es lo mínimo.
Ánimo, ya vendrá la maldita primavera.
Un beso, a pesar de los microorganismos.
Oliveira

Vicios y literatura dijo...

un relato extraño:

"Los sin cara", del gran Marcel Schwob, dos hombres forzados a igualarse por el azar de la mutilación. Ambos podrían estar taciturnos sobre una micro amarilla, en Santiago de Chile, observando a través de sus costras gigantescas el devenir de esta ciudad extraña.

Albornoz & Bórquez dijo...

Oiga Soto: Es corecto, podríamos poner a los sin cara padeciendo un nocturno viaje entre Bernal del Mercado y Tobalaba. En el último asiento. Silentes. Mirando los neones de la Plaza Italia. Blasfemando para sus adentros.
Si, es posible.